martes, 14 de enero de 2020

TRASTORNO DEL TIPO AGRESIVO

EL TRASTORNO SÁDICO

Como su nombre lo indica, los individuos que padecen este trastorno son crueles, fríos y despiadados. Pueden llegar a ser violentos y se complacen en humillar a quienes les rodean.

CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO

El DSM-III-R describe este trastorno como:
  • Un patrón general de conducta cruel, denigrante y agresiva que comienza a manifestarse a principios de la edad adulta, tal como lo indicaría la presencia de por lo menos CUATRO de los síntomas siguientes:
    • El individuo ha empleado la crueldad o la violencia física con el fin de lograr dominar una relación (no meramente para alcanzar alguna meta no interpersonal, como sería golpear a alguien para robarle)
    • SI
    • Humilla o degrada a personas en presencia de otras.
    • Ha tratado o castigado de manera generalmente severa a alguien que esté bajo su control; por ejemplo, un hijo, un alumno, un prisionero, un paciente.
    • SI
    • Se complace o divierte provocando sufrimiento físico o psicológico a otros (incluso a animales).
    • SI
    • Ha mentido con el fin de causar daño o infligir dolor a otros (no simplemente para alcanzar algún otro objetivo).
    • Atemoriza a otras personas, por medio de la intimidación y hasta del temor, para obligarlas a hacer su voluntad.
    • SI
    • Restringe la libertad de las personas con quienes tiene una relación cercana. Por ejemplo, no permite que el cónyuge salga solo de la casa, a una hija adolescente asistir a reuniones sociales.
    • SI
    • Le fascinan la violencia, las armas, las artes marciales, el daño o la tortura.

  • La conducta que se describe en el apartado A no se ha manifestado con una sola persona (el cónyuge, uno de los hijos), y el propósito no ha sido exclusivamente la excitación sexual (como en el caso del sadismo sexual).
  • SI

LA DOMINACIÓN POR MEDIO DE LA FUERZA

Los sádicos hieren, castigan e intimidan con objeto de dominar a los miembros de su familia y a sus subordinados en el trabajo.
A diferencia de los antisociales, no hieren a cualquiera porque sí; hasta son capaces de adoptar una fachada respetuosa ante las figuras de autoridad.
Pero cuando se sienten fuertes, imponen la dominación por medio de la tortura física o psicológica, máxime si las víctimas pretenden resistirse.
Cuando sus cónyuges o amantes amenazan con abandonarles, no se deprimen: se desquitan.   OJO A ESTO.
Son personas que golpean a la esposa y cometen abusos con los hijos.
Son, también, jefes malvados, que provocan dolor a los otros nada más que para retener el dominio o salirse con la suya.
Causar sufrimiento les resulta fácil, pues no sienten la menor empatía ni compasión por las personas a las que dominan.
Quizá hasta disfruten con el dolor que causan en el acto de tiranía, como el policía sádico que golpea a los prisioneros, o la divorciada que le miente a su anterior marido, y le dice por teléfono que el hijo de ambos ha sufrido graves heridas en un accidente automovilístico.

Son amantes del rigor, e imponen severos castigos a los hijos, los alumnos, los cónyuges, los prisioneros o cualquiera que sea su subordinado, por las faltas más leves.
Se trata de individuos de mal carácter, que se vuelven violentos cuando se enojan con las personas que, suponen, deberían estar a sus órdenes. A menudo se ensañan con seres que padecen el trastorno autoderrotista de la personalidad, que se convierten en víctimas fáciles.
 

PERO, ¿SE TRATA REALMENTE DE UN TRASTORNO?

Nadie puede dudar de que muchos individuos exhiben tan maligna conducta.
Sin embargo, subsiste la duda de si constituye, o no, un auténtico trastorno.
Esta caracterización, junto con la autoderrotista, no tiene aún carácter oficial de trastorno, pues aparecen sólo en el anexo del DSM-III-R.
Las organizaciones feministas plantearon la objeción de que un diagnóstico de trastorno autoderrotista de la personalidad es discriminatorio en contra de las mujeres que son víctimas de situaciones abusivas.
Los revisores del DSM-III-R proponían que el trastorno sádico abarcara a gran parte de quienes cometen abusos, individuos que, según sospechan los especialistas, son en su mayoría hombres, aunque esto aún no se ha investigado a fondo.
Las feministas también manifestaron su desacuerdo con el trastorno sádico, porque de serlo así, los hombres que maltratan a sus mujeres e hijos tendrían un diagnóstico psiquiátrico que les serviría para eludir las consecuencias legales de sus actos.
En el momento en que esto se escribe, parece cuestionable que el trastorno sádico vaya a aparecer en un anexo del DSM-IV, que se publicará en unos años.
Así como los especialistas conocen desde siempre a los sociópatas y psicópatas, a los que actualmente se diagnostica trastorno antisocial, los individuos con rasgos sádicos muy rara vez buscan un tratamiento terapéutico.
El sistema de la justicia penal está mucho más familiarizado con estos sujetos que el sistema de salud mental. Pero la conducta criminal no siempre es producto de un trastorno psicológico. Independientemente de que el trastorno sádico aparezca o no en las sucesivas ediciones del DSM, lo que seguramente habrá de continuar es la polémica acerca de su validez legal.

LA BIOQUÍMICA DE LA DOMINACIÓN
Y LA VIOLENCIA

La serotonina, un importante neurotransmisor, parece tener una extraña vinculación con la conducta violenta y la dominante.
Tal como se mencionó respecto de los trastornos antisocial y fronterizo, puede hacer una relación directa entre un bajo nivel de serotonina y una conducta impulsiva o violenta, quizá porque una de las funciones de dicha sustancia es retardar o inhibir el sistema nervioso central.
Así, una persona con deficiencia de serotonina puede no ser capaz de parar y serenarse antes de reaccionar con un ataque de furia.

Pero existe otro aspecto misterioso de la serotonina en lo que concierne a este tema.
Aunque las personas propensas a la violencia quizá tengan bajos niveles de serotonina, las que demuestran marcadas condiciones pueden tener ALTOS niveles de este curioso elemento químico cerebral.
Se realizó un estudio para medir los niveles de serotonina en monos y miembros de asociaciones universitarias, y los investigadores descubrieron que los monos dominantes, así como los dirigentes de esos grupos, tenían niveles más altos del neurotransmisor que sus semejantes situados en puestos inferiores.
En los estudios que se practicaron sobre monos, se vio que bajaban los niveles de serotonina cuando al mono dominante se lo separaba de los demás, lo cual indicaría que la serotonina puede estar influida por las interacciones sociales y viceversa.

¿Hay alguna relación entre la regulación de la serotonina y la violencia, la dominación y los patrones de conducta sádica o agresiva?
Quizá algún día, posteriores investigaciones neuropsiquiátricas revelen la respuesta, y de ese modo contribuyan a que se pueda encontrar un ‘antídoto’ farmacológico para los que pierden el control.

CÓMO TRATAR A LOS SÁDICOS

Recuerde que la cooperación con los sádicos no tiene éxito. Es imposible tratar de discutir la situación con ellos salvo que usted se rinda totalmente, y aun así ellos quizá le causen daño gratuitamente, sin un motivo posible de determinar.
Si los rasgos sádicos de esa persona no son tan extremos, o si todavía conserva algo de sensibilidad, procure poner en práctica algunos de los consejos que se dan para los de tipo agresivo.
Si su jefe es sádico, no trate de tolerarlo: renuncie o pida el traslado.
Si el sádico es su cónyuge, váyase de casa.
En caso de que no tenga medios económicos o tema por su seguridad, recurra a las instituciones que existen para mujeres maltratadas, consulte a las organizaciones femeninas que pueda haber en su zona o acuda a la policía.
Si tiene la posibilidad de marcharse pero le cuesta separarse emocionalmente de él, pregúntese si no tendrá usted una necesidad inconsciente de sufrir.
En tal caso, puede recibir ayuda.

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