domingo, 12 de diciembre de 2021

EL AMOR LIQUIDO

 La mercantilización del amor en el siglo XXI

Un collage de impresiones de distintos críticos sobre este gran libro.
¿Liquidez o liquidación del amor? ¿Hemos acabado con el amor a base de conferirle flexibilidad, falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos?

El “amor líquido”, una metáfora perfecta para algo frecuente en nuestra sociedad: la fragilidad de las relaciones sentimentales en los tiempos posmodernos.

A los niños les enseñamos que pueden disponer de juguetes y gadgets tecnológicos si aprueban el siguiente examen, y los vamos introduciendo en una cultura mercantil donde uno solo debe sentirse motivado por las recompensas que vaya obteniendo a cambio de su trabajo, anulando así las motivaciones intrínsecas y los gustos genuinos de cada persona.

Esto promueve la sensación de que no solo los objetos sino también las personas son consumibles, y por tanto se objetiviza a las potenciales parejas sexuales. Esa persona que nos atrae no es más que un trozo de carne que debe ser degustado, y no es necesario que nos preocupemos por sus anhelos, preocupaciones, necesidades, gustos.

Es propio de la sociedad de la información y el consumo en que nos encontramos. Las personas dan más valor a la experiencia presente, a la libertad sin ningún tipo de ataduras, al consumo puntual y poco responsable y a la satisfacción inmediata de las necesidades intelectuales. Todo aquello que no cumple con el requisito de la inmediata, del “usar y tirar”, es desechado.

Sobre los cambios de actitud y mentalidad que comporta la sociedad globalizada, Bauman escoge como protagonista principal a las relaciones humanas, profundizando en las paradojas del eros contemporáneo, siempre avaro de seguridad en el trato con los demás, derrochador en la búsqueda de oportunidades más atractivas y, al mismo tiempo, temeroso de establecer lazos fuertes.

Otro de los grandes pilares en el que sostiene el amor líquido es la cosificaciónm de las personas. Es decir, la tendencia a percibir y valorar a las personas como objetos, cosas. Medios, a fin de cuentas, para conseguir un fin: el placer físico, la aceptación social de otros, etc.

El amor líquido se vehicularía a través de la cosificación porque esta da la oportunidad de crear relaciones ampliamente deshechables. Por lo tanto, la flexibilidad a la hora de relacionarnos con otras personas iría a la par con la falta de empatía hacia estas.

Hoy en día las relaciones amorosas se basan más en la atracción física que en una conexión profunda a un nivel más personal. Son relaciones marcadas por el individualismo de ambos miembros, en que el contacto es efímero, y esto es sabido de antemano, cosa que aumenta su condición de relación esporádica y superficial. Un amor que nace para ser consumido y consumado, pero nunca para ser sublimado.

Tal vez la aparición de las redes sociales y las nuevas tecnologías haya tenido un papel a la hora de consolidar esta tendencia que sufre muchas personas. Vivimos en un mundo en constante cambio, donde lo virtual y lo real se confunden con pasmosa facilidad. A veces esto puede desesperar a las personas más sensibles, porque el alto ritmo de vida dificulta enormemente que podamos conectar con otras personas a un nivel emocional.

Conviene no olvidar, sin embargo, que el objetivo final de Bauman es dilucidar cómo la urgencia consumista, al permear todas las esferas de nuestra existencia, distorsiona igualmente el terreno de los afectos, forzándonos a pensar las relaciones en términos de costes y beneficios. Las "relaciones de bolsillo" de nuestro tiempo, relaciones que uno se guarda sin cultivarlas a diario, sólo para sacarlas cuando hace falta.

Con el amor líquido "uno pide menos y se conforma con menos", dice Bauman, pues no está dispuesto a invertir demasiado.
Es un amor que no concibe la dificultad ni el sufrimiento.
La gente quiere salir ilesa de esa experiencia, no correr peligro alguno ni tener secuelas.

Pero el amor siempre implica riesgos, lo que preocupa a Bauman: lo que se esconde tras tanta fluidez e inconstancia.
No el que nuestros deseos fluctúen o el que vivamos varias historias de amor, sino más bien el que todas esas vidas e historias posean el carácter de simulacros, de “vidas desperdiciadas” también, al fin y al cabo como las de otros parias de la modernidad, porque en ningún caso estamos dispuestos a asumir un compromiso duradero.

Aquí radica el punto doliente de los amores líquidos del presente, en el hecho de que el arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas supere ampliamente al arte de componer las relaciones, simplemente se trata de aprender a preservarnos, como consumidores de otros que no quieren gastarse a sí mismos.

Bauman ha escrito un nuevo capítulo de esa historia oculta de nuestra modernidad tardía, que Erich Fromm describió en términos de “miedo a la libertad”.
Deudor del análisis de la sociedad disciplinaria de los frankfurtianos y Foucault, ha acertado a desenmascarar la rigidez que sigue latiendo en esta sociedad aparentemente tan flexible y le ha puesto nuevo, rotundo título: miedo al amor.

Los miedos e incertidumbres que atenazan al hombre contemporáneo se resumen en la circunstancia de que esos productos de consumo que desechamos a diario simbolizan también nuestra propia obsolescencia y desechabilidad.

La angustia de sentirnos superfluos, inútiles y rechazados debería incitarnos a una búsqueda más humilde y solidaria del abrazo humano.

Sin embargo, el homo economicus y consumens de nuestro tiempo, que todo lo valora en términos de rendimiento y beneficio, ha distorsionado por completo ese precepto fundante de toda civilización que exige amar al prójimo. Temeroso él mismo de ser consumido y luego arrojado a la basura, se parapeta tras los muros de la privacidad y procura que nada, ni siquiera el amor, le altere y le haga sentir extraño, 'Introduzca' y 'eliminar'.

Bauman llega a la misma conclusión que han llegado los psicólogos: el principal problema que se enfrenta en las relaciones amorosas es la comunicación.

Las nuevas generaciones están cada vez más conectadas a redes sociales en Internet o a sus teléfonos celulares, por medio de los cuales se ambientan múltiples relaciones.

Pero la comunicación básica, cara a cara, fluye cada vez menos.
Es frecuente ver un grupo de personas compartiendo en la mesa de un restaurante, pero cada uno hablando por celular o digitando su blackberry, sin poder sostener una conversación fluida.
En los aviones, cada pasajero va imbuido en su computador portátil y es cada vez menos frecuente que se converse con el desconocido de la silla del lado.
En los café-Internet los jóvenes chatean con personas a las que ni conocen, pero son incapaces de establecer un contacto personal.

La virtualidad es una manera de eludir el compromiso, la duración. Pero la red amplía las posibilidades, las ofertas de amistades o amor.

"Chateamos y tenemos compinches con quienes chatear. Los compinches, como bien lo sabe cualquier adicto, van y vienen, aparecen y desaparecen, pero siempre hay alguien en línea para ahogar el silencio con mensajes", dice Bauman.

La pregunta es: en medio de esa virtualidad, ¿dónde queda la experiencia sensual y corporal? La mirada, la caricia, el beso.
Todo aquello que Octavio Paz señala en su ensayo La llama doble como el erotismo, que se dibuja en un lienzo: el cuerpo.

Al respecto, el investigador de temas de juventud Carlos Iván García dice que "en el mundo virtual los jóvenes pueden vivir experiencias afectivas sustituyendo incluso lo corporal, por ejemplo con el uso de videocámaras".

Internet permite conectarse sin necesidad de revelar de manera total. Se crean relaciones superficiales, más bien conexiones de las cuales es tan fácil salir como entrar. Basta con hacer delete para que una relación cultivada en la red, desaparezca.

"El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo", dice Paz. Pero no el amor líquido que, fugaz y fragmentario, se acoge a lógica de lo desechable.

Una de las causas del amor líquido es la inseguridad y la falta de autoestima.
Si no nos percibimos a nosotros mismos como totalmente capaces y merecedores de tener una relación de pareja seria, leal y profunda, es complicado que lleguemos a encontrar una persona que sí desee mantener un vínculo estrecho con nosotros.

Fuentes:
MANUEL BARRIOS para El Mundo de España.
Xavier Molina, Psicólogo social para Psicología y Mente
Alvin Reyes para El mundo según Bauman
AMOR LIQUIDO. Autor: Bauman Zygmunt Editorial: FONDO DE CULTURA ECONOMICA

P.D.: COMPINCHES, esa es la palabra, eso somos.

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